¿Sistema penal blando? Sobre el populismo punitivo

Populismo punitivo22/02/2014

Uno de los motivos por los que me animé a empezar este blog es porque estoy convencida de que en materia penal y penitenciaria la mayoría de los ciudadanos “no sabe lo que pide”. A menudo la gente reproduce la idea de que tenemos un sistema penal blando, y creo que es más fruto del discurso repetitivo y machacón de los medios de comunicación que de una reflexión seria e informada. Lo indignante es ver cómo se aprovechan los políticos de esa ignorancia para sacar alguna ventaja electoral, vendiendo la necesidad de reformar una y otra vez el código penal (ley que cuenta ya con casi 30 reformas en tan sólo 18 años de vigencia).

La gravedad del asunto radica en que muchos de los efectos de una reforma penal tardan algún tiempo en salir a la luz, muchas veces cuando el partido que estaba en el gobierno ya ha sido relevado. ¿Cómo convencernos, entonces, de su preocupación real?, ¿cómo evitar pensar que les interesa más la noticia (mensajes tipo “tolerancia cero”, “mano dura”, etc) que la trascendencia práctica y real que las modificaciones van a tener a largo plazo? Me permito dudar, y mucho, dado que en mi profesión contemplo a menudo las consecuencias de reformas oportunistas y jurídicamente pobres. ¿Dónde quedó la preocupación por una técnica legislativa exquisita, que asegurara el principio de seguridad jurídica de las normas?, ¿cómo mantener la confianza de la gente en las leyes penales cuando se sucede una reforma tras otra?, ¿es tan difícil encontrar un mínimo consenso acerca de lo que se considera delito, de las penas que se han revelado eficaces y de su mejor forma de ejecución? Resultaría más conveniente un perfeccionamiento continuado del sistema instaurado en 1995, fruto de años y años de estudios e investigaciones sobre la eficacia de los mecanismos punitivos, que una modificación constante de las bases del mismo. Las reformas de gran calado sólo deberían tener lugar excepcionalmente, y como resultado de una reflexión científica suficiente y pausada. ¿No será que los políticos dejaron hace tiempo encerrados a los expertos jurídicos y se erigieron en especialistas de la materia punitiva? Y lo más preocupante, ¿cuánto va a alargarse esta situación?

Hace unos días leí por casualidad un artículo cuya lectura os recomiendo: ¿Somos los españoles punitivos?, escrito por Daniel Varona. Ojalá se escuchen más voces por encima de tanta desinformación acerca del sistema penal, ofrecida sin descanso por políticos y medios de comunicación. Viendo la trayectoria del autor del artículo, parece que es un tema que le preocupa y al que dedica parte de su tiempo profesional, una gran noticia. Hacen falta trabajos sólidos sobre esta cuestión.

Para el que vaya con prisa, cito los párrafos del artículo para mí más destacables:

“El tratamiento dramático, sensacionalista y sesgado que [los medios de comunicación] realizan de la delincuencia contribuye a fomentar una imagen irreal (…) que sin embargo es decisiva a la hora de entender la “cultura” dominante sobre la delincuencia que posteriormente puede ser decisiva en el proceso de elaboración de la leyes penales”.

“Los ciudadanos sistemáticamente consideran que la justicia penal es blanda, pero también sabemos que ello deriva de la errónea percepción que tienen sobre el contenido de las leyes penales”.

“Los diferentes gobiernos españoles de la última década (y aquí, por desgracia, pocas diferencias existen entre el PSOE y el PP), parecen haber competido por ver quién reformaba en más ocasiones la legislación penal, y normalmente, en la dirección aludida: más dureza punitiva. Pero si uno observaba con detenimiento el discurso político podía comprobar que, en realidad, no asumían la responsabilidad por dicha deriva punitiva. Al contrario: era usual encontrar en las discusiones parlamentarias de las reformas penales o incluso en sus “exposiciones de motivos” (parte previa a la ley en la que el legislador explica el motivo de la reforma), alusiones a la “demanda ciudadana” o a la “opinión pública” para justificar dichas reformas. Es decir, se modificaba la ley penal porque (y en la dirección que) lo pedían los ciudadanos”.

“…los ciudadanos lo que demandan del derecho penal, antes que dureza, es eficacia. Es decir, más que un aumento del castigo lo que muchas veces exige es algo más simple: que se haga justicia, que se encuentre al culpable y se le castigue. Es la sensación de impunidad (más que de “blandura”) la que enerva a la ciudadanía”.

Este es un tema que preocupa especialmente a los que trabajamos directamente en la fase de ejecución penal. Debemos contribuir a desenmascarar la demagogia del populismo punitivo, que lo único que inspira son sentimientos de venganza e inseguridad, y muy pocos deseos de mejorar y perfeccionar nuestro sistema penal. Los ciudadanos se merecen que se les explique con argumentos sólidos el porqué de cada reforma, las razones de política criminal que la inspiran y cómo va a conducir a una disminución de las tasas de delincuencia. En definitiva, argumentos serios de política criminal sobre la necesidad y la utilidad de cada reforma. Porque no se puede utilizar el endurecimiento de las penas y la creación de nuevos tipos delictivos para dar solución a los problemas que van surgiendo, sino políticas estructurales que conduzcan a una verdadera solución y no a una simple salida mediática del atolladero.

Paloma Ucelay, Jurista del Cuerpo Superior Técnico de Instituciones Penitenciarias.