El 29 de noviembre de 2021 ha sido publicado el libro La necesaria reforma penitenciaria, en el que intervienen varios juristas y psicólogos de Instituciones Penitenciarias, así como penitenciaristas y penalistas de prestigio. Hemos tenido la suerte de contar con la colaboración de algunos de ellos en este blog.
Se trata de una obra de plena actualidad, que incluye también algunas consideraciones relacionadas con la situación actual por el COVID-19.
Por Pedro Lacal Cuenca, Psicólogo del Cuerpo Superior Técnico de Instituciones Penitenciarias.
Creo sinceramente que todos los profesionales del medio penitenciario hemos tenido equipos directivos a los que hemos seguido sin pestañear, que nos han convencido, que han sabido sacar lo mejor de nosotros y con los que el trabajo se hacía un camino apetecible, positivo y con sentido. Igualmente, creo que todos hemos sufrido equipos castrantes, limitadores, con los que el trabajo sólo se ejecuta bajo orden directa y con los que impera un miedo al error que en lugar de mejorar la tarea a realizar, perjudica seriamente su resultado. Dónde están las diferencias. Permitidme utilizar una metáfora.
Si observamos el comportamiento en el campo de los jugadores de la selección de rugby de Nueva Zelanda, desde su salida al campo hasta el final del partido, o en el caso de tener ocasión, desde las imágenes iniciales dentro de los vestuarios hasta su retirada del campo. Si observamos, como digo, sin prisas y con detenimiento sus caras, su concentración, sus movimientos, podemos llegar a presenciar un fenómeno único y que intenta ser repetido, en principio, por otros equipos, con mayor o menor éxito, y que, desde mi punto de vista, debería ser tenido en cuenta, analizado y puesto en práctica por cualquier tipo de organización. Sea esta pública o privada.
Lo que hace que un hombre, en este caso- no se me malinterprete, este fenómeno es perfectamente visible en, por ejemplo, el equipo femenino de rugby de nuestro país- llegue a ser un “all black”, no es su altura, ni su peso, ni su tolerancia al esfuerzo y en ocasiones al dolor, ni su rapidez en la carrera, ni el diámetro de su cuello, en definitiva su físico. Lo que hace que un hombre se convierta en “all black” es su humildad. Serían capaces de alcanzar objetivos más altos con esta sola cualidad si no poseyesen las antedichas, pero el resultado sería sin duda otro si, poseyéndolas, no fueran humildes.
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