
21/01/19
Por Pedro Lacal Cuenca,
Psicólogo del Cuerpo Superior Técnico de Instituciones Penitenciarias.
Creo sinceramente que todos los profesionales del medio penitenciario hemos tenido equipos directivos a los que hemos seguido sin pestañear, que nos han convencido, que han sabido sacar lo mejor de nosotros y con los que el trabajo se hacía un camino apetecible, positivo y con sentido. Igualmente, creo que todos hemos sufrido equipos castrantes, limitadores, con los que el trabajo sólo se ejecuta bajo orden directa y con los que impera un miedo al error que en lugar de mejorar la tarea a realizar, perjudica seriamente su resultado. Dónde están las diferencias. Permitidme utilizar una metáfora.
Si observamos el comportamiento en el campo de los jugadores de la selección de rugby de Nueva Zelanda, desde su salida al campo hasta el final del partido, o en el caso de tener ocasión, desde las imágenes iniciales dentro de los vestuarios hasta su retirada del campo. Si observamos, como digo, sin prisas y con detenimiento sus caras, su concentración, sus movimientos, podemos llegar a presenciar un fenómeno único y que intenta ser repetido, en principio, por otros equipos, con mayor o menor éxito, y que, desde mi punto de vista, debería ser tenido en cuenta, analizado y puesto en práctica por cualquier tipo de organización. Sea esta pública o privada.
Lo que hace que un hombre, en este caso- no se me malinterprete, este fenómeno es perfectamente visible en, por ejemplo, el equipo femenino de rugby de nuestro país- llegue a ser un “all black”, no es su altura, ni su peso, ni su tolerancia al esfuerzo y en ocasiones al dolor, ni su rapidez en la carrera, ni el diámetro de su cuello, en definitiva su físico. Lo que hace que un hombre se convierta en “all black” es su humildad. Serían capaces de alcanzar objetivos más altos con esta sola cualidad si no poseyesen las antedichas, pero el resultado sería sin duda otro si, poseyéndolas, no fueran humildes.
Cuando un señor es seleccionado para jugar en este equipo puede ser uno más de los habitantes de su país, en su vida diaria tendrá sus deseos, aspiraciones, planes de futuro, planes de familia, sinsabores e incluso hasta secretos inconfesables, pero en el momento en que es seleccionado lo es por su capacidad para la desindividualización, por su capacidad para ser una pieza, a la que nadie se atreverá a dar mayor o menor importancia dentro del equipo al que entra a formar parte.
Es posible que el público pueda opinar sobre la valía individual de cada uno de los miembros seleccionados, pero entre ellos eso no debe, no puede existir. Los dioses no existen en el trabajo que van a desempeñar. Ninguno de sus compañeros confiará en aquel que por acción u omisión muestre signos de superioridad.
Al verlos saltar al campo un buen observador no sólo captará su grado de concentración, captará la voluntad individual de dejar de pertenecerse, de formar parte de algo más grande, orgullo y seguridad intrínseca en los compañeros que visten su misma indumentaria “negra”, all black, “todo negro”. Así es como el adversario va a verlos, va a sentirlos, va a sufrirlos, “todo negro”.
Este equipo, esta organización vive, respira, sufre, se alegra, pelea, por una sola cosa, su objetivo, “ganar”.
Disponen de un capitán, es preceptivo, él les representará, él escuchará al juez del partido y expondrá educadamente sus discrepancias, después aceptará la decisión y sin un rictus facial comunicará a los demás aquello que hay que corregir. Sólo eso, nada más. Después ocupará su lugar y se volverá a desindividualizar.
Como equipo buscan la victoria, creen en ella, luchan por ella. Por el equipo, sólo por el colectivo. Véase la acción de uno de ellos al regalar la medalla individual, que como campeón del mundo en el último torneo celebrado, entregó con humildad a un niño, seguidor y enfermo, que había acudido a presenciar su espectáculo sublime.
A veces, algunas veces, alguien les supera, véase el partido celebrado el 18/11/2018 en Dublín contra la selección irlandesa (otro equipo para estudiar) en el Aviva Stadium -disponible en Youtube-. De nuevo la humildad, la felicitación al contrario, el recogimiento, la reunión, el abrazo, la charla integradora, la asunción del resultado, la propuesta de la vuelta al trabajo.
En el globalizado mundo actual, hiperpsicoanalizado e hiperindividual, ha aparecido la figura del coach, el formador, el interiorizador de objetivos, el auscultador de emociones y maestro en potencialidad positiva.
Quien haya asistido a sesiones dirigidas por alguno de ellos, en ocasiones algunas grandes corporaciones disponen de un equipo propio, se habrá dado cuenta de que los principios inspiradores de su trabajo vienen a coincidir con algunos de los expuestos como constituyentes de los All Blacks, pero difieren en el principal, no trabajan la humildad, desconocen u olvidaron que con la “humildad todo es posible” como dice Oscar Wilde en “De profundis”. La carrera por el escalafón, la superación del otro, la estrategia para hacerle caer en ocasiones, la consecución de objetivos individuales y la autocomplacencia forma parte de estas organizaciones. En su pelea diaria este objetivo se convierte en el primordial y olvidan el objetivo colectivo. ¿A qué nos dedicamos? Esa es una pregunta retórica fácil de responder, lo pone en los estatutos o en la ley constituyente, ahí, a la entrada, pero el que se trabaje por y para lo previamente establecido y consensuado es cosa muy distinta, a veces totalmente divergente con lo que diariamente se hace, se piensa, se siente.
La solución, humildemente, nos la dan los All Blacks. Ocupa tu puesto, trabaja, no mires al lado ni atrás, confía, ellos están ahí y saben lo que tienen que hacer, no dudes, no existen niveles que conseguir ni escalafón o equipo directivo al que llegar, todos estamos en esto, “somos nosotros”, no forma parte de nosotros quien individualizadamente quiera destacar, esos no son fiables, hay que excluirlos, atiende por que serás atendido. Cuida por que serás cuidado.
Sinceramente pienso que en algún momento nos equivocamos, erramos al admitir que la lucha intestina y personal sería la forma más eficaz de conseguir lo eficiente. Hoy todo depende del trabajo en equipo, los individualismos están fuera de lugar si no es para ocupar el puesto dentro de la maquinaria que mejor pueden desempeñar, sin que eso les haga imprescindibles, porque he ahí otra lección, cuando un all black ha de salir del campo, nadie, ni siquiera el sustituido, teme nada, quien le va a reemplazar lo va a hacer tan bien como él. No es él, es la tarea. Por eso ganan.